3 de septiembre de 1957

Es algo más de la una

y las calles lentamente

se van llenando de gente.

El encierro ha terminado,

mas continúa la mañana.

Primer punto de encuentro

en la tómbola benéfica

que se colocaba al lado

de la lonja de la Iglesia.

Casi nada de lo que hay,

a los chiquillos que estamos,

nos parece, interesante;

pero de allí no nos vamos

por ver si a alguien le toca

el premio más importante:

una preciosa muñeca

vestida por las señoras

que con cuidado y primor

han invertido cien horas

dándoles un gran valor.

Seguíamos deambulando

en busca de las casetas

para pegar siete tiros

a un llavero del Madrid

o a los bolones de anís

que te daba "esportillao"

y si acaso protestabas

te mandaba a leer

un cartel muy bien escrito

donde te decía muy claro:

"SI QUIERE SER RESPETADO

PRIMERO HA DE RESPETAR"

Habíamos dejado atrás

el "Tablao de la música",

los turrones de las Navas

y los carrillos de pipas,

los de helados y de polos

de Canana y del Gordo.

Las carteleras de cine

y los carteles de toros.

De camino, "Los paraguas"

donde los novios enferian

a la guapa prometida

con un bonito anillo

en el serrín escondido.

Al pronto, nos encontramos

con alguien que va vendiendo

bastones coloreados

de rojos, verdes, morados...

-" Buen hombre, ¿ a cómo son?

-Loh chicoh a saih raleh

y loh grandeh a dieh raleh.

-Pueh deme uhté uno desoh

De repente, alguien dijo:

-¡Ahí va Ricardo López!

Caminaba rodeado

de gente que no conozco:

apoderado, cuadrilla,

el ganadero, toreros...

era grande la pandilla...

Iban hacia el desaparecido

bar de Teófilo Plaza,

pletórico de tipismo

junto a la calle "Las Parras "

Desde la droguería El Globo

salí corriendo llamándolo

a voces: ¡Ricardolópez!

( Creía que así se llamaba)

y al pronto él se volvió.

-¡Choca esos cinco!, le dije.

Apretó su mano grande

de torero y rugosa

contra la mía pequeña

huesuda y poca cosa.

Y yo me fui sin haberle

quitado de su mirada

una sonrisa alegre,

simpática, no alterada.

-Que gachón, joéh que suerte

me dijeron mis amigos.

Y luego, aquella tarde...

yo lo vi a corta distancia

con el rostro de la muerte.

Largo se me hizo el otoño,

cuando miraba mi mano

un extraño escalofrío

circundaba por mi brazo.

Seguramente fui yo

el último chavalillo

de quien él se despidió.

Donde yo lo hubiera visto

siempre lo habría saludado,

pues ese día me sentí

amigo considerado.

Vienen hoy a mi memoria

las palabras que decía

del toro un número uno:

"Fue un día en Castellar

tras una tarde gloriosa

donde me sentí torero

y desde aquí a caminar..."

Es como si el destino

vengarse hubiera querido

y la llama quebrantada

en la arena de la plaza

alguien la hubiese cogido

de su cuerpo, arrebatada

por quien no estando, estaba.

En la atmósfera taurina

densa de polvo y de sangre,

cuando nadie te veía

y al Cielo se estaba yendo

su arte tú te llevaste.

Tenéis nombres de reyes,

reyes de la tauromaquia.

Supisteis marcar las leyes,

leyes que surcan la magia.

Mi pueblo os agradece

el valor y la pasión

que entre la vida y la muerte

debatíanse la gloria

y la tragedia infinita

que evoca feria tras feria.

Miguel Colomer Hidalgo

Julio 2001

Comentarios

julia ha dicho que…
tu tierra es mi tierra, y guardo buenes recuerdos de ella, entre ellos , tu amistad, que fué hace mucho tiempo, cuando éramos jóvenes.Un abrazo. Julia Espejo

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