Felipe IV por el Condado, 14 de febrero de 1624

De lo que se cuenta aquí
solo una parte es verdad.
Lo que no aconteció
y pudo haber sucedido
no he tenido más remedio
que inventarlo para ti.


De Torre de Juan Abad
a la Venta de los Santos.
Desde Chiclana, a lo lejos
más de sesenta soldados
del marqués de Caracena
con hábito de Santiago.
De Castellar ha salido
una doble compañía
de cristianos y de moros.
A ambos lados del camino
dos bellos grupos de danza.
¡Qué hermosa policromía
entre montes, lentiscares,
encinares y jarales!
El redoble de las cajas,
el tronar de los tambores,
dulzor de la chirimía...
Los caballos galopando
y las mocitas bailando
los sones de los cantores
Santisteban los recibe
con desmesurado anhelo,
un escuadrón de soldados
y las campanas al vuelo.
¡Tomen refresco del conde,
queso y vino para todos...!
Mas hete que los vasallos
no se habían traído el vaso.
Cuando iban a beberlo
por no hacerlo en el sombrero
lo soslayaban al paso.
Nobles caballeros vienen
desde Úbeda y Baeza
que sonríen sin cesar
se afanan por demostrar
de su origen la grandeza.
Lamparillas y cohetes
que uno va y el otro viene
y chirimía de acarreo.
El bullicio se detiene,
suena un clarín trepidante
y es que el toro ya está aquí,
emboladas van sus astas.
Tan noble y tan elegante
con su bravura burlada,
todos se ríen de ti.
Desde el cuarto en adelante
tres de la misma camada
los otros no son de aquí.
Era grande el alborozo
en los pueblos del Condado.
El rey Felipe IV
a estas tierras ha llegado
y con él la comitiva
que lo va acompañando.
Las señoras, buenos trajes
de tupido terciopelo
y los señores ropajes
confeccionados con celo.
Los mejores atalajes
para acémilas al pelo
arrastrando los carruajes.
De la inclemencia del cielo
se saben todos los gajes.
Los chiquillos correteando,
asomando las cabezas
donde ven un agujero.
Las viejas en las ventanas
o de pie en los balcones
que lucen engalanados
con tapices, colchas nuevas
o con tapetes bordados.
Por otro lado los hombres
en la plaza principal,
las zagalas y zagales
van y vienen sin cesar,
riendo, muy azorados
y es que el Rey va a saludar
desde el balcón del Palacio,
porque Olivares le ha dicho:
-"Majestad, acabad presto,
despachadlos brevemente
tres palabras nada más
la cuarta decidla dentro"
Terminada la comida
quiere el Rey descansar
y echarse una buena siesta.
Y es tanta la algarabía
que no acaba la fiesta
de villanos y aldeanos
que por tan gran alegría
no hay quien los haga callar.
En palacio están inquietos
"¡Cuánto ruido, qué follón!"
Don Felipe se incomoda
y hay que buscar solución
Piensa Don Francisco, al pronto:
-"¡Vámonos a Castellar!"
Que enjaecen los caballos ,
preparad cuatro carrozas,
enviad un emisario
que anuncie nuestra llegada,
que le compongan al Rey
la mejor habitación
con sábanas de hilo fino,
edredones de plumón,
que coloquen diez braseros,
enciendan el hogueril,
haya orden en Palacio,
que atenciones haya mil,
ni deprisa, ni despacio
que pasando de las tres
podemos estar llegando.
Mediada la tarde es
y el ayuda de cámara
de Don Felipe anuncia
a quienes con él han ido,
que ya viene de camino.
Agua de limón muy fresca
para remediar la sed
de la digestión pesada
y de la seca garganta.

El Rey, el Cardenal Zapata,
Don Gaspar Guzmán y el Conde
se han sentado en derredor
a los leños crepitantes.
Francisco de Benavides
les relata con minucia
el origen del Condado,
las batallas y las lides
por esos campos de España.
Les habla de su apellido,
entroncado en la nobleza.


Se apercibe que el monarca
ha bostezado dos veces
y antes de que sean tres
le cambia el tercio y de caza
le cuenta lo que hay allí:
desde el ciervo al jabalí,
la chocha, la codorniz
o del conejo a la liebre,
la tórtola o la perdiz.
Y Felipe entusiasmado
le susurra al oído
al Conde de Olivares:
-"Me quiero quedar aquí..."
- "Yo sé lo que es Castellar,
que nadie se quiere ir.
Ha de saber Majestad
que es rey de todo el país"
- "Es así y bien decís
y aunque parco es el tiempo
me he quedado muy feliz..."
Hace rato hicieron mutis
Don Mendo de Benavides
Don Francisco de Quevedo
y el Conde de Portalegre.
Van diciendo: "¡Ay, que no puedo!"
Pero se han subido hasta
la Torre del Homenaje
para contemplar las vistas
que desde allí se divisan.
Don Mendo a un rincón se ha ido,
meditando, pensativo...
Llama a los dos y les habla,
señalando con el dedo
del lugar que ha de ocupar
la Capilla de Santiago
que allí piensa edificar.
-¿Con capellaes, senor?
( le dice el de Portalegre )
en su idioma portugués.
-Veinticuatro y el Mayor
que hará que se cumpla el culto,
el trabajo y la oración,
así como la instrucción,
pues quiero que también sepan
que detrás irá un Colegio
donde puedan estudiar
los hijos de Castellar,
de Santisteban y Navas.
A Sandoval y a Moscoso
tan amantes de Jaén
y en sus bienes generosos
quiero yo seguir su ejemplo
y hacer cuanto pueda el bien
a mis paisanos piadosos
construyéndoles un templo.
Voy a donar mis dineros, 
fincas, olivas y huertos
que tengo en este lugar
y en Peal y en Villanueva,
en Ibros y en Sorihuela,
en Santisteban, la Iruela,
en Linares y en Arquillos,
Úbeda y Villacarrillo...
-Deteneos, Ilustrísima
que me están entrando ganas
de meterme a monaguillo,
aunque más bien por mi edad
debería ser sacristán,
pues no llego a Capellán.
Ciencia no os falta, Quevedo.
otra cuestión principal
es el saber si tenéis
vocación sacerdotal.
Ya sé que habéis estudiado
allá en Alcalá de Henares,
primeras letras, Madrid
y también en Salamanca,
incluido Valladolid,
donde yo también estuve,
- (Lo sabe todo este hombre...)
que colmasteis la paciencia
de vuestros cien preceptores.
Sé algo de vuestra obra,
el filo de vuestra pluma
y los fustazos que dais
a todo aquel que presuma
de creerse superior
al resto de los mortales.
Me río con vuestra ironía
y pienso, al fin, como vos:
"vanidad de vanidades...."
Sigo contándoos mis planes:
Deseo ser enterrado
al pie del Altar Mayor.
-¡Qué cosas decís, por Dios!.
¡Se me ha erizado el cabello!.
Pobre Capellán Mayor,
oficiando una Misa
y pensando que a sus pies
estáis vos en camisa
y que una mano liviana
con una leve sonrisa
le estira de la sotana...
Ríe Don Mendo con sorna
y le recuerda al poeta
que desde "el más allá"
ningún humano retorna.
Se ofrece, al fin, Quevedo
para administrar su hacienda
hasta que llegue el momento
de tan singular evento.
Y Don Mendo lo intimida
con mirada inquisidora
y la gravedad se agrava
por el tono de la voz
solemne, firme, tajante.
En monocorde sonido
emite la letanía
de la imposición perpetua
que a sus bienes manifiesta:

Nadie podrá enajenar,

vender, trocar o cambiar.
Y serán inalienables
y también imprescriptibles,
ni se podrá impetrar
licencia a Su Santidad
ni de Juez o Superior
y el que intente contravenir
en algo esta condición
nula será dicha venta
o contrato que se hiciere
e incurrirá en la pena
de perjuro y de Derecho
más la del Sumo Pontífice
al que enajene los bienes
de esta Santa Madre Iglesia

Ésta fue la voluntad
de un hombre que quiso dar
su hacienda por la cultura
de su amado Castellar
y las villas dichas ya.
Ya empezaba a anochecer
y aunque no es largo el camino
de retorno a Santisteban,
aligeran la partida.
El cielo se está cubriendo
y está empezando a llover.
El relinchar de caballos,
los faroles zigzagueantes,
las voces de los lacayos
se confunden con el viento.
Se oyen ecos anunciantes,
presto ocupan su asiento.
Ya se van los visitantes
no se ve un alma en la calle
sólo la pluma morada
del ala de un sombrero
que se ha quedado varada
en un tortuoso reguero.
Un haz de luz se vislumbra
tras este largo camino,
ni siquiera quien lo alumbra
conoce bien su destino.
Miguel Colomer Hidalgo
Texto original: junio 2001
Texto revisado: febrero 2008



Se trata de un relato novelado en verso libre, partiendo de la visita de Felipe IV a “Las Andalucías” y su paso por estas tierras, basado en las crónicas que recogió Quevedo como miembro de la comitiva y que Don Joaquín Mercado Egea desarrolla en su libro “Felipe IV en las Andalucías”, publicado en 1980.


La descripción de éste, hasta que Don Francisco dice “vámonos a Castellar”, se ajusta con gran fidelidad a los hechos, sin embargo, en ningún momento se dice en dichas crónicas que estuvieran en Castellar, ni siquiera Don Mendo en Santisteban. Sólo es posible que el proyecto que comenzaría a caminar nueve años después estuviese en su mente, así como una buena parte de los objetivos y preceptos que quedarían plasmados en su libro sobre la “Constitución, Fundación y Patronazgo de... “ que sería impreso en Nápoles en 1693. Esta parte refleja la realidad y entre la ficción y unos toques de humor vamos llegando al final donde va apareciendo la decepción que supuso aquel viaje para los paisanos del Condado y toda Andalucía.



... no se ve un alma en la calle

sólo la pluma morada
del ala de un sombrero
que se ha quedado varada
en un tortuoso reguero.”


Me vino a la memoria el final de “Bienvenido, Mister Marshall” donde Berlanga quiso reflejar la desilusión, soledad y tristeza que aquellas gentes dejaron a su paso por aquella villa, simbolizándolo con una banderita arrastrada por el agua tras la lluvia. (había llovido y eso era más importante).





Ya acabando, una cuarteta nos lleva a la esperanza de que un día ese tesoro artístico-cultural que forma parte de nuestro patrimonio brillase por sí mismo y sea legado para futuras generaciones:



Un haz de luz se vislumbra

tras este largo camino,
ni siquiera quién lo alumbra
conoce bien su destino.”


Los pueblos se crecen en épocas de dificultades porque despierta lo mejor de ellos que estaba dormido.












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