CUENTA LA LEYENDA...

Acabada la contienda en la toma de Sant Astiban (Santisteban del Puerto) y la derrota de El Castillo (Castellar), las tropas de Fernando III se dirigen hacia Chiclana con el fin de emprender una nueva batalla en su tarea de reconquista.Caballeros e infantes avanzan exhaustos en medio de un calor sofocante.
¡¡¡Aguaaaaa !!!
Grita uno de sus hombres, casi con el mismo ímpetu que Rodrigo de Triana lo hizo al gritar: ¡Tierra! en el descubrimiento del Nuevo Mundo.

Hombres y acémilas saciaron la sed en los manantiales que van de la Fuente Abajo a la Orden. Aquellas fuentes no tenían nombre o tal vez tuvieran otros... ¡qué más da!,bebieron de sus aguas y abrieron los poros de la piel tapados de barro y sudor.Llenaron sus cántaros, cubas y vasijas y prepararon alimentos que regaron con buen vino.

Y allá, algo más lejos, ligeramente apartado de la tropa, el rey Fernando rodeado de la nobleza y caballeros de las órdenes militares, charlaban, comían, bebían y bromeaban al cobijo de una enorme roca cuyo misterio no acertaban a explicarse, ni qué serían esos “muñequitos” y tantos cascotes que encontraban a flor de tierra. Quiso explicar Arturo de Roquefort si sería aquel lugar un campo de “tiro a la vasija” y que las balas eran esos muñequillos. Algunos rieron y otros le tiraron lo más cerca que tenían a mano.


Habiéndose despojado Don Fernando de su armadura, desenvainó su espada y de un golpe seco la clavó en el suelo ligeramente embarrado. Suaves ráfagas de viento refrescaban el ambiente. Tumbados entre las piedras que hacían de respaldo o echados en el suelo; unos somnolientos, otros hablan de estrategias o juegan con los naipes a “las siete y media”. Buscan templar ese punto de tensión que da el saber que la contienda no ha acabado.


En pie, Don Fernando observa lentamente el panorama que le rodea, finalizando en su querida espada LOBERA. Con una leve sonrisa la mira fijamente y le pregunta
-¿Estás a gusto, Lobera?
En ese instante el viento la hizo oscilar, balanceándose de atrás a adelante y viceversa. Interpretaron que la espada había dicho SÍ, para regocijo de todos cuantos contemplaron la escena.



Elevó con las manos extendidas al cielo su arma y mirándola fijamente le habló: “DESDE HOY, ESTAS CUEVAS SERÁN TUYAS Y LLEVARÁN TU NOMBRE”.

Aplaudieron todos y rieron la ocurrencia del Rey Santo. Al amanecer emprendieron camino a la conquista de Chiclana.


Miguel Colomer Hidalgo.
Octubre de 2014.

Comentarios

Entradas populares