Parafraseando
a mi antiguo compañero de curso, Joaquín Martínez
SABINA, cuando cantaba aquello de “Pongamos que hablo de
Madrid”, quiero recordar los diversos nombres que dieron al nacer
de esta ilustre Villa, que no quiso ser ciudad, ni quedarse en aldea
o lugar.
SABINA, cuando cantaba aquello de “Pongamos que hablo de
Madrid”, quiero recordar los diversos nombres que dieron al nacer
de esta ilustre Villa, que no quiso ser ciudad, ni quedarse en aldea
o lugar.
Trataré de hacer un resumen de los diversos nombres que tuvo a lo
largo de su historia según obedece a los estudios realizados por
expertos en toponimia.
El más antiguo, parece ser, de origen céltico y es llamado dicho
poblado Magerito. Posteriormente los romanos lo transforman en
Matrice, del latín Matritum. Serán los árabes quienes lo llamen
Magerit, de la palabra mayra y el sufijo it: Mayrit. En lengua
romance sonaría Matric. Curiosamente se busca su origen en la
voz griega Matryleión cuyo significado es prostíbulo.
Infancia:
Yéndome a la prehistoria de mi vida, recuerdo el impacto que me
causó esta Villa.
Desde mi querido pueblo, Castellar, veníamos mis padres y mis
hermanas, dos o tres veces al año, a casa de mis abuelos, en primer
lugar para estar con ellos y pasar unos días más divertidos.
Al llegar, lo primero, la estación de Atocha: su olor, el ir y venir de
los mozos con las maletas, el silbido de los trenes, el humo y esa
multitud de personas que nunca había visto. Todo me llamaba la
atención, esa cantidad de coches, que solía ver desde el piso
superior de aquellos autobuses. Los taxis con las banquetas
plegables en la parte de atrás, donde me sentaba. Esa forma de
andar de la gente, acostumbrado a verlo hacer tan despacito en mi
pueblo.Y luego, los cines, el teatro y el Circo Price. Aquel olor a
sandwiches recién tostados, a café, a bollería...
El olor del Metro, mitad grasiento y como a hierro fundido, algo
parecido al de los ascensores mezclado con cuero y madera. Me
gustaba como olían los coches y ese humo que desprendían por el
tubo de escape. No olvido, por el contrario, el aroma que percibía
al entrar en la perfumería “Álvarez Gómez” en la calle Sevilla o el
olor a telas de “Almacenes Rodríguez”.
¡Qué simpática era la gente!. En unos sitios me regalaban un
caramelo, en otros, un pastelito…
Esa Gran Vía que tímidamente se asomaba con luces de neón que
se apagaban y encendían, con aquel anuncio en el edificio de
Callao de cigarrillos Camel y yo le preguntaba a mi padre si ahí
estaba la fábrica de tabaco (se reía…)
Todos aquellos olores que iban desde la densidad de las grasas y
humos de coches, a perfumerías, cafeterías, tabaco rubio o habanos
y ozonopino de los cines.
Todo era magia para mí, desde ver un negro o un chino por la calle
a oír llamar al sereno en alguna noche de insomnio.
Estas sensaciones,acumuladas con tanta intensidad hacía que fuese
Idolatrada por tanta belleza. Idealista porque sus gentes estaban
por encima de la cruda realidad. Idílica porque sobrepasaba lo
natural “De Madrid al Cielo” diría el “castizo” y ahí se quedó para
siempre. Y, al fin, Idónea para ser la MADRE de todos los
españoles y de cuantos vienen de fuera.
Este es, para mí y quien quiera compartirlo: MADR (prefijo) de
madre. ID (sufijo) de Id-olatrada, Id-ealista, Id-ílica, Id-ónea.
De esta unión nace ese MADRID tan querido. Si bien carece de
rigor científico, podría ser hasta verosímil, de cualquier manera a
mi me resulta divertido y me gusta más que sea así.
Adolescencia:
A los quince años regresé para quedarme, durante dos años trabajé
en el Banco Vitalicio de España.
Nuevas experiencias entre aquellas pensiones y la Residencia del
Hogar del Empleado. No dejaba de sorprenderme que me hablasen
“de usted”, que me pidiesen perdón por un simple roce, que me
pidiesen algo “por favor”o me diesen las gracias por una
consumición o comprar algo. Yo que venía, no de la selva, pero sí,
algo “selvático”, de los Salesianos de Úbeda, donde no te pedía
nadie perdón aunque chocaras frontálmente como dos trenes.
Saqué buenas experiencias en mis relaciones sociales, mundo
laboral y resolución de problemas por mí mismo.
Decidí
volver a mi tierra y emprender la carrera de Magisterio con
la que me he sentido plenamente feliz.
la que me he sentido plenamente feliz.
Madurez:
Tras conocer a quien sería mi mujer,Carmen, volví a Madrid, ella
acabó la carrera de Medicina, nos casamos y tuvimos cuatro hijos:
Miguel, Enrique, Javier y Carmen. Así, hasta la fecha, que alterno
con mi Castellar que llevo en el corazón.
28 de mayo de 2020
Miguel
Colomer Hidalgo