miércoles, 6 de agosto de 2008

Breve apunte biográfico de Don Juan de Dios González Carral

De semblante ensimismado
de caminar espigado.
En la mano una garrota,
en la cabeza un sombrero.
Elegante, aureolado
va caminado despacio
importándole muy poco
encontrarse algún obstáculo
(Curado de miles de ellos
en su largo caminar…)
Apenas ve, oye mal,
esto no es impedimento
para seguir adelante
buscando un nuevo horizonte.

Alguien lo coge del brazo.
-Muy buenas tardes, Don Juan.
¿Sabe quién soy? ¿Me conoce?
-¡Cómo no lo voy a saber!
Eres “Fulano de tal”.

Siempre estuvo entretenido,
en rotativa su mente
con un único objetivo:
el mejorar lo presente.

A mi ahora me parece
un hombre muy divertido,
pues lo contrario sería
pasar por un aburrido

Tal vez en algún momento
fuese tentado por “Ocio”
y le respondía al instante
inventando algún negocio.

Mañana por la mañana
construiré una carretera
¿Qué pasa, que no hay agua?
No os preocupéis paisanos…

Y trabajando sin tregua
hizo que al abrir un grifo
saliera ésta a raduales.
Consiguió la prioridad
sobre toda la provincia,
incluida la capital.

Y ahora me invento una calle
plagada de “escalerillas”
para hacer más llevadero
el camino hacia las Misas.

-Juan de Dios, hazme el diseño,
me quiero hacer una casa.
y de ingeniero a arquitecto
al instante se transforma.

A la Parroquia acudía
cuando su reconstrucción
dirigiendo o sugiriendo,
pues aunque poco veía
a todos va preguntando
e imagina noche y día
lo que se va edificando.

Fue profesor muchos años
del Colegio de Santiago
en cada rama de Ciencias
y de manera especial
en las llamadas Exactas.

Sobre el Santuario ibérico
mantuvo el firme criterio
que la cueva en que se asienta
no es de origen natural.
Las ventanas, abanicos
entreabiertos nada más,
las columnas troncocónicas
enlazadas por su base
más pequeña, no es azar.
Los techos son excavados
planos en la dolomía.
En la primera pudinga
el pasillo, en la segunda
el del Templo y la Cámara.
Mas la escalera de acceso
de la planta de la sala
a la Cámara del Ídolo
no puede considerarse
de carácter natural.

Defiende esta teoría
con múltiples argumentos.
Sería edificante
al menos por cortesía
que si estaba equivocado
se rebata una por una
las tesis por él expuestas.
Y si en algo estuvo cierto
que se sepa de una vez
y que se le reconozca
su aportación a la Historia.

Gran amante de la Ópera.
Cuando íbamos a verlo
varios amigos y yo
nos cantaba en italiano
el “Recóndita armonía”
de “Tosca” del gran Puccini.
Y a los tontos de nosotros
nos daba la risa floja.
Y luego nos preguntaba
si nos había gustado.
-“Mucho, mucho, muy bonito…”
(Vaya tropa de ignorantes)

Dedicole varios años
a construir su legado:
un compendio sobre datos
de la Historia de su pueblo.

Fueron muchas más sus obras,
pensamientos e inquietudes,
seguro que innumerables
que no pudo realizar,
pero nos dejó su aliento.

En este recordatorio
quien es Hijo Predilecto
del pueblo de Castellar
os diría a la juventud
que hay mil formas de triunfar
y de pasárselo bien,
de ocupar los ratos libres,
de sentir satisfacciones
mezcladas con sinsabores.

Y que al final de la vida
lo que está hecho, hecho está.

Miguel Colomer Hidalgo
junio de 2001

lunes, 30 de junio de 2008

Las cuatro hermanas Algarra

Doña Adela, doña Pepa,
doña María y la cuarta
llamada doña Clotilde,
las cuatro y cada una
a la docencia entregadas.

Hubo un tiempo en que todas,
aún estando jubiladas
de las cuatro la mitad,
impartian la enseñanza.
Las mayores a pequeños,
las pequeñas a mayores.

Por allá va doña Adela
con doña Pepa del brazo,
con su abrigo gris cruzado,
los botines por calzado
y hasta mitad de la pierna
calcetines "Punto Blanco".
Corriendo hacia ella vamos,
uno, con mocos colgando,
el otro, lleva la boca
pegotosa y churretosa
de caramelo de anís,
el tercero come pipas...
como se descuide un poco
se las tira a la nariz.

A los tres nos pone firmes
y uno a uno, en la frente
nos va colocando un beso.

Doña María es teresiana
y al dirigirnos a ella
le llamamos"Señorita".
Comienza por la mañana
con el a, e , i o, u
y termina por la noche
con Calasanz, Esaú,
Pitágoras, Arístoteles,
Santa Teresa, Nerón,
Fernando III el Santo,
don Lope o Calderón,
con el Manco de Lepanto
y los Papas de Avignon...

No quiero seguir la lista
que sería interminable
de todos los personajes
que todas, todas las noches
aparecían en escena.
Esa, esa era la hora
en que acababan las clases:
a la hora de la cena.

Así era doña María,
apenas se da un respiro.
Trabajaba noche y día,
prolongaba su retiro...

Al final de la semana
abría una libreta
donde llevaba anotado
lo que cada cual debía,
a eso llamaba "pendientes"
y no era ni más ni menos
que la lección seis o siete
que no te supiste el martes
o la página catorce
del libro de catecismo.
Después de Misa de doce
había que pagar la deuda
y vestido "de domingo"
cuando entrabas por la puerta
le decías: "me la sé"
-Vamos a ver, respondía;
te la tengo que tomar.
Y de la A a la Z
apenas sin respirar,
recitabas la lección,
casi al pie de la letra.
-Te puedes ir a jugar,
ten cuidado, no te manches,
recuerdos a tus papás.
Alguna vez se mostraba
un poquito cariñosa
y me regalaba un trozo
de la onza de chocolate
que se tomaba a las once.
Otras veces sonreía
y te dejaba algún día
sentarte junto a su mesa
para calentarte un poco
en el brasero de cisco
mezclado con carbonilla.

También era diversión
beber agua del porrón
y la risa que nos daba
de ver todo chorreando
a aquellos que no sabían
alzarlo y beber a caño.

Próximo a la Navidad
hacíamos un cuadernillo
en el que íbamos pintando
el Belén, un patorcillo...
y después en cada hoja
un regalito al Niño.
Si era una camiseta:
"doce actos de silencio".
Dibujar unos patines:
"treinta momentos de estudio".
Y si era una bufanda:
"veinte veces obediencia".
Se llamaba todo ello,
rotulado, "Plan de Adviento".

Cuando mayo florecía
tras un fondo azul de raso
montábamos un altar
con la imagen de una Virgen
que aún no he podido olvidar.
Los botes de mermelada
apoyados en repisas
se comienzan a llenar
de jazmines, lilas, rosas
que traen prietas en sus manos
coloradas, sudorosas...
recordando el consejo
que su madre les ha dado:
"apriétalas con cuidado,
no se te caiga ninguna..."

Rezábamos el Rosario
y el "Venid y vamos todos"
la mayoría de las veces
bastante desafinado.

Los pupitres de madera,
el tintero emplomado,
la plana de cada día
con el plumín emplumado,
la "guchilla" de hacer punta
al lapicito encarnado.
La pizarra, el pizarrín,
el trapillo de borrar
no sin antes escupir.

Los habones de las chinches.
De moscas, unas dos mil,
algún cachete que otro.
Las cosas eran así...

Ni lo bueno, ni lo malo
tenían mucho sentido.
De cualquier modo y manera
me uno al reconocimiento
de quienes como yo sientan
ese agridulce recuerdo
y que sepan valorar
tan insuperable esfuerzo
de aquellas cuatro mujeres
que con aciertos y errores
DESFACIERON MIL ENCUENTROS...

Miguel Colomer Hidalgo

junio de 2001

CASTELLAR

Eterna juventud que proporciona
el óleo engendrado en la tierra
desde el negro azabache que lo encierra
hasta ser manantial si se presiona.

El otoño su campo no abandona,
el venado, esperando está en la Sierra,
la esparraguera, parva yema entierra
para en abril brotar con su corona.

El invierno frío junto a la leña,
estío tempranero y prolongado.
La Feria... apiñados en la Peña.

De tierras muy lejanas han llegado
pobladores que han dejado su seña
en la piedra que el tiempo no ha borrado.

Miguel Colomer Hidalgo.
Junio 2008

sábado, 23 de febrero de 2008

Felipe IV por el Condado, 14 de febrero de 1624

De lo que se cuenta aquí
solo una parte es verdad.
Lo que no aconteció
y pudo haber sucedido
no he tenido más remedio
que inventarlo para ti.


De Torre de Juan Abad
a la Venta de los Santos.
Desde Chiclana, a lo lejos
más de sesenta soldados
del marqués de Caracena
con hábito de Santiago.
De Castellar ha salido
una doble compañía
de cristianos y de moros.
A ambos lados del camino
dos bellos grupos de danza.
¡Qué hermosa policromía
entre montes, lentiscares,
encinares y jarales!
El redoble de las cajas,
el tronar de los tambores,
dulzor de la chirimía...
Los caballos galopando
y las mocitas bailando
los sones de los cantores
Santisteban los recibe
con desmesurado anhelo,
un escuadrón de soldados
y las campanas al vuelo.
¡Tomen refresco del conde,
queso y vino para todos...!
Mas hete que los vasallos
no se habían traído el vaso.
Cuando iban a beberlo
por no hacerlo en el sombrero
lo soslayaban al paso.
Nobles caballeros vienen
desde Úbeda y Baeza
que sonríen sin cesar
se afanan por demostrar
de su origen la grandeza.
Lamparillas y cohetes
que uno va y el otro viene
y chirimía de acarreo.
El bullicio se detiene,
suena un clarín trepidante
y es que el toro ya está aquí,
emboladas van sus astas.
Tan noble y tan elegante
con su bravura burlada,
todos se ríen de ti.
Desde el cuarto en adelante
tres de la misma camada
los otros no son de aquí.
Era grande el alborozo
en los pueblos del Condado.
El rey Felipe IV
a estas tierras ha llegado
y con él la comitiva
que lo va acompañando.
Las señoras, buenos trajes
de tupido terciopelo
y los señores ropajes
confeccionados con celo.
Los mejores atalajes
para acémilas al pelo
arrastrando los carruajes.
De la inclemencia del cielo
se saben todos los gajes.
Los chiquillos correteando,
asomando las cabezas
donde ven un agujero.
Las viejas en las ventanas
o de pie en los balcones
que lucen engalanados
con tapices, colchas nuevas
o con tapetes bordados.
Por otro lado los hombres
en la plaza principal,
las zagalas y zagales
van y vienen sin cesar,
riendo, muy azorados
y es que el Rey va a saludar
desde el balcón del Palacio,
porque Olivares le ha dicho:
-"Majestad, acabad presto,
despachadlos brevemente
tres palabras nada más
la cuarta decidla dentro"
Terminada la comida
quiere el Rey descansar
y echarse una buena siesta.
Y es tanta la algarabía
que no acaba la fiesta
de villanos y aldeanos
que por tan gran alegría
no hay quien los haga callar.
En palacio están inquietos
"¡Cuánto ruido, qué follón!"
Don Felipe se incomoda
y hay que buscar solución
Piensa Don Francisco, al pronto:
-"¡Vámonos a Castellar!"
Que enjaecen los caballos ,
preparad cuatro carrozas,
enviad un emisario
que anuncie nuestra llegada,
que le compongan al Rey
la mejor habitación
con sábanas de hilo fino,
edredones de plumón,
que coloquen diez braseros,
enciendan el hogueril,
haya orden en Palacio,
que atenciones haya mil,
ni deprisa, ni despacio
que pasando de las tres
podemos estar llegando.
Mediada la tarde es
y el ayuda de cámara
de Don Felipe anuncia
a quienes con él han ido,
que ya viene de camino.
Agua de limón muy fresca
para remediar la sed
de la digestión pesada
y de la seca garganta.

El Rey, el Cardenal Zapata,
Don Gaspar Guzmán y el Conde
se han sentado en derredor
a los leños crepitantes.
Francisco de Benavides
les relata con minucia
el origen del Condado,
las batallas y las lides
por esos campos de España.
Les habla de su apellido,
entroncado en la nobleza.


Se apercibe que el monarca
ha bostezado dos veces
y antes de que sean tres
le cambia el tercio y de caza
le cuenta lo que hay allí:
desde el ciervo al jabalí,
la chocha, la codorniz
o del conejo a la liebre,
la tórtola o la perdiz.
Y Felipe entusiasmado
le susurra al oído
al Conde de Olivares:
-"Me quiero quedar aquí..."
- "Yo sé lo que es Castellar,
que nadie se quiere ir.
Ha de saber Majestad
que es rey de todo el país"
- "Es así y bien decís
y aunque parco es el tiempo
me he quedado muy feliz..."
Hace rato hicieron mutis
Don Mendo de Benavides
Don Francisco de Quevedo
y el Conde de Portalegre.
Van diciendo: "¡Ay, que no puedo!"
Pero se han subido hasta
la Torre del Homenaje
para contemplar las vistas
que desde allí se divisan.
Don Mendo a un rincón se ha ido,
meditando, pensativo...
Llama a los dos y les habla,
señalando con el dedo
del lugar que ha de ocupar
la Capilla de Santiago
que allí piensa edificar.
-¿Con capellaes, senor?
( le dice el de Portalegre )
en su idioma portugués.
-Veinticuatro y el Mayor
que hará que se cumpla el culto,
el trabajo y la oración,
así como la instrucción,
pues quiero que también sepan
que detrás irá un Colegio
donde puedan estudiar
los hijos de Castellar,
de Santisteban y Navas.
A Sandoval y a Moscoso
tan amantes de Jaén
y en sus bienes generosos
quiero yo seguir su ejemplo
y hacer cuanto pueda el bien
a mis paisanos piadosos
construyéndoles un templo.
Voy a donar mis dineros, 
fincas, olivas y huertos
que tengo en este lugar
y en Peal y en Villanueva,
en Ibros y en Sorihuela,
en Santisteban, la Iruela,
en Linares y en Arquillos,
Úbeda y Villacarrillo...
-Deteneos, Ilustrísima
que me están entrando ganas
de meterme a monaguillo,
aunque más bien por mi edad
debería ser sacristán,
pues no llego a Capellán.
Ciencia no os falta, Quevedo.
otra cuestión principal
es el saber si tenéis
vocación sacerdotal.
Ya sé que habéis estudiado
allá en Alcalá de Henares,
primeras letras, Madrid
y también en Salamanca,
incluido Valladolid,
donde yo también estuve,
- (Lo sabe todo este hombre...)
que colmasteis la paciencia
de vuestros cien preceptores.
Sé algo de vuestra obra,
el filo de vuestra pluma
y los fustazos que dais
a todo aquel que presuma
de creerse superior
al resto de los mortales.
Me río con vuestra ironía
y pienso, al fin, como vos:
"vanidad de vanidades...."
Sigo contándoos mis planes:
Deseo ser enterrado
al pie del Altar Mayor.
-¡Qué cosas decís, por Dios!.
¡Se me ha erizado el cabello!.
Pobre Capellán Mayor,
oficiando una Misa
y pensando que a sus pies
estáis vos en camisa
y que una mano liviana
con una leve sonrisa
le estira de la sotana...
Ríe Don Mendo con sorna
y le recuerda al poeta
que desde "el más allá"
ningún humano retorna.
Se ofrece, al fin, Quevedo
para administrar su hacienda
hasta que llegue el momento
de tan singular evento.
Y Don Mendo lo intimida
con mirada inquisidora
y la gravedad se agrava
por el tono de la voz
solemne, firme, tajante.
En monocorde sonido
emite la letanía
de la imposición perpetua
que a sus bienes manifiesta:

Nadie podrá enajenar,

vender, trocar o cambiar.
Y serán inalienables
y también imprescriptibles,
ni se podrá impetrar
licencia a Su Santidad
ni de Juez o Superior
y el que intente contravenir
en algo esta condición
nula será dicha venta
o contrato que se hiciere
e incurrirá en la pena
de perjuro y de Derecho
más la del Sumo Pontífice
al que enajene los bienes
de esta Santa Madre Iglesia

Ésta fue la voluntad
de un hombre que quiso dar
su hacienda por la cultura
de su amado Castellar
y las villas dichas ya.
Ya empezaba a anochecer
y aunque no es largo el camino
de retorno a Santisteban,
aligeran la partida.
El cielo se está cubriendo
y está empezando a llover.
El relinchar de caballos,
los faroles zigzagueantes,
las voces de los lacayos
se confunden con el viento.
Se oyen ecos anunciantes,
presto ocupan su asiento.
Ya se van los visitantes
no se ve un alma en la calle
sólo la pluma morada
del ala de un sombrero
que se ha quedado varada
en un tortuoso reguero.
Un haz de luz se vislumbra
tras este largo camino,
ni siquiera quien lo alumbra
conoce bien su destino.
Miguel Colomer Hidalgo
Texto original: junio 2001
Texto revisado: febrero 2008



Se trata de un relato novelado en verso libre, partiendo de la visita de Felipe IV a “Las Andalucías” y su paso por estas tierras, basado en las crónicas que recogió Quevedo como miembro de la comitiva y que Don Joaquín Mercado Egea desarrolla en su libro “Felipe IV en las Andalucías”, publicado en 1980.


La descripción de éste, hasta que Don Francisco dice “vámonos a Castellar”, se ajusta con gran fidelidad a los hechos, sin embargo, en ningún momento se dice en dichas crónicas que estuvieran en Castellar, ni siquiera Don Mendo en Santisteban. Sólo es posible que el proyecto que comenzaría a caminar nueve años después estuviese en su mente, así como una buena parte de los objetivos y preceptos que quedarían plasmados en su libro sobre la “Constitución, Fundación y Patronazgo de... “ que sería impreso en Nápoles en 1693. Esta parte refleja la realidad y entre la ficción y unos toques de humor vamos llegando al final donde va apareciendo la decepción que supuso aquel viaje para los paisanos del Condado y toda Andalucía.



... no se ve un alma en la calle

sólo la pluma morada
del ala de un sombrero
que se ha quedado varada
en un tortuoso reguero.”


Me vino a la memoria el final de “Bienvenido, Mister Marshall” donde Berlanga quiso reflejar la desilusión, soledad y tristeza que aquellas gentes dejaron a su paso por aquella villa, simbolizándolo con una banderita arrastrada por el agua tras la lluvia. (había llovido y eso era más importante).





Ya acabando, una cuarteta nos lleva a la esperanza de que un día ese tesoro artístico-cultural que forma parte de nuestro patrimonio brillase por sí mismo y sea legado para futuras generaciones:



Un haz de luz se vislumbra

tras este largo camino,
ni siquiera quién lo alumbra
conoce bien su destino.”


Los pueblos se crecen en épocas de dificultades porque despierta lo mejor de ellos que estaba dormido.












viernes, 22 de febrero de 2008

3 de septiembre de 1957

Es algo más de la una

y las calles lentamente

se van llenando de gente.

El encierro ha terminado,

mas continúa la mañana.

Primer punto de encuentro

en la tómbola benéfica

que se colocaba al lado

de la lonja de la Iglesia.

Casi nada de lo que hay,

a los chiquillos que estamos,

nos parece, interesante;

pero de allí no nos vamos

por ver si a alguien le toca

el premio más importante:

una preciosa muñeca

vestida por las señoras

que con cuidado y primor

han invertido cien horas

dándoles un gran valor.

Seguíamos deambulando

en busca de las casetas

para pegar siete tiros

a un llavero del Madrid

o a los bolones de anís

que te daba "esportillao"

y si acaso protestabas

te mandaba a leer

un cartel muy bien escrito

donde te decía muy claro:

"SI QUIERE SER RESPETADO

PRIMERO HA DE RESPETAR"

Habíamos dejado atrás

el "Tablao de la música",

los turrones de las Navas

y los carrillos de pipas,

los de helados y de polos

de Canana y del Gordo.

Las carteleras de cine

y los carteles de toros.

De camino, "Los paraguas"

donde los novios enferian

a la guapa prometida

con un bonito anillo

en el serrín escondido.

Al pronto, nos encontramos

con alguien que va vendiendo

bastones coloreados

de rojos, verdes, morados...

-" Buen hombre, ¿ a cómo son?

-Loh chicoh a saih raleh

y loh grandeh a dieh raleh.

-Pueh deme uhté uno desoh

De repente, alguien dijo:

-¡Ahí va Ricardo López!

Caminaba rodeado

de gente que no conozco:

apoderado, cuadrilla,

el ganadero, toreros...

era grande la pandilla...

Iban hacia el desaparecido

bar de Teófilo Plaza,

pletórico de tipismo

junto a la calle "Las Parras "

Desde la droguería El Globo

salí corriendo llamándolo

a voces: ¡Ricardolópez!

( Creía que así se llamaba)

y al pronto él se volvió.

-¡Choca esos cinco!, le dije.

Apretó su mano grande

de torero y rugosa

contra la mía pequeña

huesuda y poca cosa.

Y yo me fui sin haberle

quitado de su mirada

una sonrisa alegre,

simpática, no alterada.

-Que gachón, joéh que suerte

me dijeron mis amigos.

Y luego, aquella tarde...

yo lo vi a corta distancia

con el rostro de la muerte.

Largo se me hizo el otoño,

cuando miraba mi mano

un extraño escalofrío

circundaba por mi brazo.

Seguramente fui yo

el último chavalillo

de quien él se despidió.

Donde yo lo hubiera visto

siempre lo habría saludado,

pues ese día me sentí

amigo considerado.

Vienen hoy a mi memoria

las palabras que decía

del toro un número uno:

"Fue un día en Castellar

tras una tarde gloriosa

donde me sentí torero

y desde aquí a caminar..."

Es como si el destino

vengarse hubiera querido

y la llama quebrantada

en la arena de la plaza

alguien la hubiese cogido

de su cuerpo, arrebatada

por quien no estando, estaba.

En la atmósfera taurina

densa de polvo y de sangre,

cuando nadie te veía

y al Cielo se estaba yendo

su arte tú te llevaste.

Tenéis nombres de reyes,

reyes de la tauromaquia.

Supisteis marcar las leyes,

leyes que surcan la magia.

Mi pueblo os agradece

el valor y la pasión

que entre la vida y la muerte

debatíanse la gloria

y la tragedia infinita

que evoca feria tras feria.

Miguel Colomer Hidalgo

Julio 2001

MÁS… QUE…

Es tan rica nuestra lengua que, entre refranes, frases hechas o expresiones jocosas, intercalamos esa chispa de humor que nos hace sonreí...