Es algo más de la una
y las calles lentamente
se van llenando de gente.
El encierro ha terminado,
mas continúa la mañana.
Primer punto de encuentro
en la tómbola benéfica
que se colocaba al lado
de la lonja de la Iglesia.
Casi nada de lo que hay,
a los chiquillos que estamos,
nos parece, interesante;
pero de allí no nos vamos
por ver si a alguien le toca
el premio más importante:
una preciosa muñeca
vestida por las señoras
que con cuidado y primor
han invertido cien horas
dándoles un gran valor.
Seguíamos deambulando
en busca de las casetas
para pegar siete tiros
a un llavero del Madrid
o a los bolones de anís
que te daba "esportillao"
y si acaso protestabas
te mandaba a leer
un cartel muy bien escrito
donde te decía muy claro:
"SI QUIERE SER RESPETADO
PRIMERO HA DE RESPETAR"
Habíamos dejado atrás
el "Tablao de la música",
los turrones de las Navas
y los carrillos de pipas,
los de helados y de polos
de Canana y del Gordo.
Las carteleras de cine
y los carteles de toros.
De camino, "Los paraguas"
donde los novios enferian
a la guapa prometida
con un bonito anillo
en el serrín escondido.
Al pronto, nos encontramos
con alguien que va vendiendo
bastones coloreados
de rojos, verdes, morados...
-" Buen hombre, ¿ a cómo son?
-Loh chicoh a saih raleh
y loh grandeh a dieh raleh.
-Pueh deme uhté uno desoh
De repente, alguien dijo:
-¡Ahí va Ricardo López!
Caminaba rodeado
de gente que no conozco:
apoderado, cuadrilla,
el ganadero, toreros...
era grande la pandilla...
Iban hacia el desaparecido
bar de Teófilo Plaza,
pletórico de tipismo
junto a la calle "Las Parras "
Desde la droguería El Globo
salí corriendo llamándolo
a voces: ¡Ricardolópez!
( Creía que así se llamaba)
y al pronto él se volvió.
-¡Choca esos cinco!, le dije.
Apretó su mano grande
de torero y rugosa
contra la mía pequeña
huesuda y poca cosa.
Y yo me fui sin haberle
quitado de su mirada
una sonrisa alegre,
simpática, no alterada.
-Que gachón, joéh que suerte
me dijeron mis amigos.
Y luego, aquella tarde...
yo lo vi a corta distancia
con el rostro de la muerte.
Largo se me hizo el otoño,
cuando miraba mi mano
un extraño escalofrío
circundaba por mi brazo.
Seguramente fui yo
el último chavalillo
de quien él se despidió.
Donde yo lo hubiera visto
siempre lo habría saludado,
pues ese día me sentí
amigo considerado.
Vienen hoy a mi memoria
las palabras que decía
del toro un número uno:
"Fue un día en Castellar
tras una tarde gloriosa
donde me sentí torero
y desde aquí a caminar..."
Es como si el destino
vengarse hubiera querido
y la llama quebrantada
en la arena de la plaza
alguien la hubiese cogido
de su cuerpo, arrebatada
por quien no estando, estaba.
En la atmósfera taurina
densa de polvo y de sangre,
cuando nadie te veía
y al Cielo se estaba yendo
su arte tú te llevaste.
Tenéis nombres de reyes,
reyes de la tauromaquia.
Supisteis marcar las leyes,
leyes que surcan la magia.
Mi pueblo os agradece
el valor y la pasión
que entre la vida y la muerte
debatíanse la gloria
y la tragedia infinita
que evoca feria tras feria.
Miguel Colomer Hidalgo
Julio 2001
1 comentario:
tu tierra es mi tierra, y guardo buenes recuerdos de ella, entre ellos , tu amistad, que fué hace mucho tiempo, cuando éramos jóvenes.Un abrazo. Julia Espejo
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