lunes, 10 de febrero de 2020

BALDOMERO NUESTRO, QUE ESTÁS EN EL CIELO.

“Nuestro”, porque te consideramos el amigo común de cuantos te conocimos y a quienes no dejas un vacío, sino un mundo lleno de bellos recuerdos. A pesar de que la distancia no hiciera posible encuentros más frecuentes, me uno a ese gran grupo como uno más en tu lista.
La memoria me lleva a los tiempos de nuestras primeras letras en la escuela de doña María Algarra. Yo era un año mayor que tú y eso, ya sabes que en esas edades tenía “mucha importancia”, aún recuerdo tu forma de escribir, ¡Con qué fuerza apretabas el lápiz sobre el papel!. Es como si quisieras trazar los surcos en los que ibas derramando la semilla que habría de dar el fruto de tus conocimientos y que algún día repartirías a tus alumnos. Me gustaba como dibujabas. Un día, tú con siete y yo con un año más vi el cuadro que enmarcaba una de aquellas pizarras y que tú con un pizarrín habías creado una obra que hoy sería un primer premio en el certamen de Pintura Rápida. Era un enorme trasatlántico. Se me quedó grabado y yo luego dibujé algo parecido en mi pequeña agenda. Aún lo conservo y te lo voy a mostrar.



Algo grande, Baldo, grande y espectacular donde darían cabida a tantas y tantas cosas que tú irías metiendo a lo largo de tu vida.
Me siento orgulloso de haber sido, casi seguro, tu primer alumno. De ti aprendí a surcar los caminos derramando la simiente y a construir un gran barco para llenarlo de todas las cosas buenas en mi largo navegar. Luego dedicaste una gran parte de tu vida a la enseñanza. Estoy seguro que supiste transmitir a tus alumnos la felicidad que produce el conocimiento y la satisfacción que, tras el esfuerzo, consigue todo trabajo. Que les hiciste reír porque tenías buen humor y gracia. Que sobreactuabas en tu enfado cuando tenías que reprender por una mala acción, porque tenías dotes de dramatización.
Que sabías poner paz y reconciliación ante cualquier situación conflictiva porque eres hombre de paz y de perdón. Tu amor a la poesía que harías llegar a sus fibras sensibles aun con esos ripios graciosos que se te ocurrían y que ejercen un aditivo a la función didáctica.Te estoy oyendo emplear el argot taurino. Diciendo a ese que no acaba la tarea: ​ “Niño, date prisa que te va a pillar el toro” ​ . O a ese otro que lleva toda la tarde dando la lata:
“Hoy vas a acabar como Cagancho en Utrera”. Por el contrario, al día siguiente le espetabas con un:​ “Has estao superior, hoy sales por la Puerta Grande”.
Estoy seguro de que supiste transmitir los principios del cristianismo porque lo habías mamado en tu hogar desde pequeño. Sé que has sido un buen marido y un padre ejemplar. Que si tenías un enemigo era porque no te conocía.
Siento que no hayamos tenido un mayor contacto con la Asociación. Cuánto me hubiera gustado intercambiar ideas y propuestas para Castellar o nuestra vieja Colegiata. Más de una vez he pensado cómo habrías disfrutado con el Aula de Interpretación que estamos preparando, como homenaje a todo el profesorado.
¡Cuántos recuerdos, siendo a veces agridulces, otras en cambio, prevaleciendo uno de los dos sabores! ¿Qué nos queda después de lo vivido? Lo resumiría en una frase: LA SATISFACCIÓN DEL DEBER CUMPLIDO Y, tú Baldomero, puedes irte tranquilo, porque lo has conseguido.
Has dejado entre nosotros tu memoria, tu entrega y haber hecho en esta vida lo mejor que has​ podido, sabido y querido.

DESCANSA EN PAZ Y HASTA SIEMPRE.

Un fuerte abrazo.

Miguel Colomer Hidalgo.
Agosto, 2017.

miércoles, 5 de febrero de 2020

UNA HISTORIETA ÍBERO-ROMANA




El último oretano
escapose de la muerte
de la mano del romano
con un gran golpe de suerte.

Fue a esconderse en una choza
de la calle de la Fuente
y allí, sosegado goza
olvidado de la gente.

Cuando se hace de noche
con sigilo y agachado,
buscando a trote y moche,
sin sentirse vigilado,

lo que pilla de la huerta
que tiene a corta distancia
o una gallina muerta
aunque sepa algo rancia.

Una mañana temprano
vio pasar una ragazza,
un cántaro en una mano
y en la otra una taza

que la usa para beber
y refrescarse la cara
cumpliendo así su deber
según siempre acostumbrara.

Su cabellera dorada
casi le cubre la espalda
que ata con cinta morada,
ojos de verde esmeralda,

piel tostada por el sol
de la Vega, donde mora.
A ritmo de caracol
y siempre a la misma hora

pasa por el mismo sitio.
Despacito y siempre gacho
la va siguiendo Olvitio,
que así se llama el muchacho.

Le chistaba: chis, chis, ¡apa!
La piropeaba: ¡woda!
Que quería decir: ¡guapa!
y ruborizose toda.

A todas partes miró,
solo aquella voz oía,
pero al pronto se giró,
vio que algo se movía,

su mirada lo hizo preso
y cogiendolo del pecho
le arreó un enorme beso
dejándolo algo maltrecho.

Pasaron varias semanas
y su amor iba in crescendo.
Tantas y tantas mañanas
que acabaron “incluyendo”.

Ya eran dos y uno más
y ante tal situación
se lo dijo a sus papás.
él es un gran centurión.

Esto había que arreglarlo
y cogiendo al oretano
y sin apenas pensarlo
lo vistieron de romano

La muchachita parió
un bebé espectacular
al que llamaron Tairó
el jefe de CASTELLAR

Miguel Colomer Hidalgo febrero 2020












MÁS… QUE…

Es tan rica nuestra lengua que, entre refranes, frases hechas o expresiones jocosas, intercalamos esa chispa de humor que nos hace sonreí...